La anulación del indulto a Alberto Fujimori es sospechoso y estratégicamente oportuno. Recordemos que nada es casual en política, y menos con los Fujimori.

Pongamos atención en que Keiko viene haciendo una campaña de victimización presentándose en diferentes partes del Perú en las últimas semanas. Afirma que Vizcarra le echa la culpa de todos los males de nuestro país, cuando, afirma ella, el Congreso siempre se ha mostrado cooperativo y ha brindado todo lo que ha solicitado el Ejecutivo (guion que también esgrimen sus congresistas y algunos líderes religiosos).

En la misma línea, con la anulación del indulto a Fujimori, Keiko nos trata de vender una imagen de cargamontón, de venganza política, odio y ensañamiento desde el Gobierno hacia el Congreso y, particularmente, hacia ella. Y con otro tono, pero con el mismo propósito, Mulder denuncia la prepotencia y coacción del Presidente hacia el Congreso con la sola meta de seguir sumando puntos en las encuestas.

Detrás de estas declaraciones y campañas de Keiko y compañía, hay dos objetivos que se correlacionan. Por un lado, victimizar a la Señora K y al Congreso, lavarles la cara, mostrarlos como el saco de arena de Vizcarra; por el otro, crearle una imagen de abusivo, autoritario y prepotente a Vizcarra y sus seguidores; dos objetivos perfilados con vistas a la espera de aprobación de los “proyectos de reforma constitucional que están pendientes de pasar al Pleno antes del 4 de octubre, para que así se pueda llegar al referéndum del 9 de diciembre”.

Por otra parte, no me creo un Poder Judicial justo e imparcial como para anular el indulto a Fujimori con tanta prontitud y diligencia, cuando una maquinaria corrupta, como se confirma en los audios CNM, está enquistada en su sistema y lo dirige.

Y, finalmente, la encarcelación de Fujimori nunca será justicia mientras su prisión se cumpla en un minidepartamento amueblado elegantemente y con todos los lujos que los congresistas ostentan en sus hogares.

Así que no celebremos tanto.